1.24.2012

Cuarto día.

 Comenzamos el día visitando la Alhambra. De este increíble lugar aprendimos muchas historias sobre el mundo musulmán y nazarí. Además de todo aquello que miramos. No fue poco. Todo un regalo que merece ser recordado en el más profundo de los recuerdos.


Lo primero que vimos fue el palacio del Generalife y sus increíbles jardines.
Avanzando contribuímos a nuestro conocer y fuimos viendo sus distintas partes, palacios, miradores y jardines...




El palacio de Comares en todo su esplendor:


Aprendimos que usaban mucha geometría para construir la Alhambra, como por ejemplo, los mosaicos:
 También subimos a la torre de la Vela, desde allí pudimos ver  unas vistas impresionantes; del Albaicin y del resto de Granada.
Luego vimos el patio de los leones, un gran detalle que estuvieran recién colocados (el único inconveniente es que estaban en obras):


Y por último, uno de los más representativos palacios nazaríes:


Tras una arrolladora mañana en uno de los más hermosos paraísos existentes, aún fascinados por cuan generosa belleza que afloraban sus paredes, salimos a comer a nuestro temporal comedor familiar. Después de un largo tiempo, quedamos abrumados tras esa larga mañana y aún quedaba mucho: ser capaces de decidir  si permitirnos el lujo de relajarnos en el hotel o seguir caminando paso tras paso con la única preocupación de estar a tiempo para la hora de cenar. Una tarde libre entera. Y la de cosas que daba tiempo a hacer en esas horas. Tantas y tan limitadas como el simple hecho de saber observar, y compartir sonrisas con los que te acompañaban. Se hacía la hora de juntarse de nuevo con todos. Cenar no era nada nuevo para una normal rutina diaria, pero allí cada cosa era especial, esencial. Cualquier bar era una opción válida. Tapeo fácil y rápido. Pues se acercaba la hora de la cita con aquellas butacas y un escenario que nos permitiría -a los que no se durmieran- conocer nuevos valores. ''Un horizonte amarillo en los ojos'', y unas cámaras ansiosas por captar opiniones.

No contábamos con que ésta iba a ser nuestra última noche. No habíamos sido conscientes de lo rápido que había pasado el tiempo. Demasiado. Asi que para amortizar la caída fuimos a un pub. Qué simple suena, ¿no? Nada más lejos. Dentro estábamos todos, con nuestros gritos y saltos. Retumbaba aquello y de qué manera.

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